Quisiera, cuando aún quiere,
hacerse hueco por un hueco de vida,
dejar de prensar inviernos tras parapetos de vid
y olvidar el asco alfombrado de cartonerías,
bajo el artesonado celeste del desahucio,
donde el asedio terrenal se torna esquela
con la fiereza callejera de los rostros
que lo invitan sin rechistar
a tender alma y harapos de una cuerda;
la misma de la que penden, invisibles,
las suertes seguras de los que miran.
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