¡¡Violentas al viento!!
Que entre las hebras de tu pelo
baila y juega tan contento.
¡Violentas al agua, niña!
¡¡Violentas al agua!!
Que desaparece entre tus labios
para retornar en tus lágrimas.
¡Violentas a la tierra, niña!
¡¡Violentas a la tierra!!
Que se enciende de flores
para que no seas la más bella.
¡Violentas al fuego, muchacha!
¡¡Violentas al fuego!!
Que entre tus pálidas piernas,
encarnado, custodia su fuero.
Doy cuerda de garganta a una seguidilla compuesta por mi fraterno Masazucra, quien parece haber vuelto al hábito nemoroso de raptar musas y amamantarlas de proa.
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