¿Qué os podría decir, padres míos,
después de tantos e incumplidos años
labrando en la desgana desengaños
de bruces con las cruces de mi buena cara?
Descuidad, no lo habéis hecho mal;
descansad, nada podríais mejorar;
olvidad, como se pierden las penas,
que aquí el contrahecho soy yo.
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