Gestado en 1995 e incluido en Tropiezos en el purgatorio, el primer volumen de analectas que dejé inédito, dedico a Ramón M. este icaro o canto chamánico que versa sobre la mirada que nos reversa y me fue útil como liana verbal para el rescate de un alma extraviada, la mía.
Condenso en mí al primer
y al último hombre;
veo el revés del devenir,
nado en el llanto
de una placenta sonriente
que me indaga con estelas de expansión.
Soy huella radiante
y susurro de piedras;
soy flujo de estrellas
y materia sibilante:
piel cazando inmensidad desde el matiz,
un dios comestible que se hace el vacío.
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