A Usted
«¡Bésame el sacro!»,
ora el peregrino querúbico
que así graba en su figura
el oro de su natura.
Nunca fue virgen la tierra
donde el cielo se hizo carne;
nunca la carne fue cielo
para el sol cautivo en ella.
Detén la mirada en tus manos,
empapa tus pies de atención,
cruza el umbral de tus muros
y acaso a escanciar llegarás
la crátera acribillada
por donde ¡válgame Dios!
en todo se cuela y enciende
la nada que somos con Él.
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