Ella sabe por qué...
Desde muy pequeño,
sentir que la vida era eso
que les pasaba a los otros
fue mi seña de identidad.
Al ir creciendo,
no sin dolor, descubrí
que la vida se obstinaba
en secuestrarme
con inagotables demandas
y molestos requerimientos.
Sólo ahora,
derrumbado entre tus besos,
sin más locura que ganar
ni menos razón que perder,
puedo empezar a pensar
que además de un purgatorio,
de un ridículo accidente
o de un cruel disparate,
vivir parece ser fabuloso.
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