15.3.11

LÁGRIMAS RADIACTIVAS

Ni el eructo de un colibrí
ni el estornudo de una azucena
explicarían la grotesca torpeza
de mis ausencias de vida
entre calambres de inspiración.

La expresión de un bebé borracho
o el suspiro de un cachalote
sólo podrían engordar
mi serenidad cadavérica.

Que un león se arranque los colmillos
mientras una luciérnaga teme
el resplandor de sus tripas
me parece lo más natural:

porque sin dejar de mirarte,
sin dejar que tú me mires,
sigo soñando tu piel...
espejo mío.


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