Si Dios tiene su ética,
no la comparto;
de su estética trenzada
con fruslerías y eternidad
que tañen viva la rosa
en la cruz de la agonía,
más que buena
inmejorable la contemplo
cuando hallo al desalmado
que en los desvelos
me engaño ser.
Al Demiurgo lo conozco,
de una vez y para siempre,
por la emética que tiñe
la gloria de su excremento
en todos y cada uno
de sus juguetes.
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