Mi oscuridad no es la del pozo
que traga hombres y vomita espectros,
sino la de una caverna intemporal
como sus vistas inexpugnables
a la inmensidad;
cálida en sus recovecos
de contornos guturales,
segura como una matriz
en la que sin ahogarse
puede uno flotar entre las luces
de levante y de poniente.
Mas la intención, que no esperanza,
me saca de ella
por el huerto lateral de mi presencia;
hontanar literal de raras flores
con las que traigo prendida
antes que la fragancia indeleble de la muerte,
el aroma fresco de una atalaya
entre las cimas.
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