1.5.15

A NADIE HAGA YO FRUTO

Hay muchas muertes, pero todas
se vuelcan en una sola
porque al mismo ombligo vamos
a bordo de un polinomio igualado
con los puntos del interrogante
y los pecios que hacen dique de identidad
entre los nadies,
ángulos y rectas de una esfera imposible,
troneras de principios y finales
sobre un remolino de amplitudes
donde el aliento se pierde
antes incluso de ser,
antes de haber elegido negar por lo engendrado
la seña y santidad del acto sin fruto,
disfrute que no siega ni trasiega,
fisura que fluye allí donde resbalan
ideales sembrados de futuros
cadáveres, hoy furcias de sus asertos, 
boas a su vez de un árbol de tortura
enroscado al cual un dios menguante,
travestido de ciencia y de progreso,
exige astros crujientes que se doblen
bajo el sol de su implosión inverecunda.

Si antaño todo se hacía para la eternidad
y los hombres se equivocaban,
hogaño todo está yerto al nacer,
y no aciertan los hijos de aquellos;
yerro nuevo sobre yerro viejo
que nos toca mondar
con las tripas revueltas en las trampas
de una ciega visibilidad:
también manda la fe en este ahora,
como también en cada uno empezó el abismo
que juntando infiernos calentamos en vano.

No somos de donde pacemos,
ni siquiera de donde llegamos;
somos de donde jamás
imaginamos volver.

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