No te asustes cuando me veas,
sólo he perdido el alma
que nunca pedí;
solo la llevo rota en la ausencia
que, a la medida, me di.
No te asustes, ánima mía,
por haber herrado sin ti
la vida que te negué;
error por horror, desapareciste...
Ha sido un crimen perfecto.
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